lunes, 8 de septiembre de 2008

Casamiento del Tío

Sábado a la noche.
Dejando de lado lo típico de estos eventos (leasé civil, iglesia, arroz que hace que las personas caminen como si tuvieran 10 vasos de vodka encima), paso a los detalles importantes.
Amigos del tío: Un grupo selectos de jóvenes no tan jóvenes, que rondan los 35 (tengamos en cuenta que yo tengo 21, por eso lo de no tan jóvenes. Todo es relativo) que son íntimos del tipo "todos los jueves nos juntamos a comer llueva, nieve o truene" y un par de "colgados" que se ven para cumples y alguna otra ocasión en particular. Y da la casualidad de que el sábado a la noche era una de esas otras ocasiones; y que justo casualmente yo estaba presente, divinamente arreglada y con todas las emociones a flor de piel (y con toda, pero TODA mi familia, claro está).
Bien, esta introducción carecería totalmente de sentido si no menciono que entre el grupo de los amigos "colgados" existía (bah, de hecho existe) un ejemplar más joven que la edad media promedio de los "íntimos". Lindo, perfil bajo, simpático, nos entendemos perfectamente los chistes y el particular sentido del humor de cada uno a tal punto que la gente de alrededor (90% familiares míos - y de los viejos no copados-. Fuck!) por ahi mira tratando de confirmar que efectivamente estamos hablando el mismo idioma que el resto de los invitados.
En uno de esos momentos en los que alguna fuerza misteriosa provoca que uno tenga ganas desesperadas de levantarse de la silla sin tener motivo evidente; decido salir a una especie de patiecito interno con mi amiga y sin quererlo ni buscarlo, sino de pura casualidad nos pusimos a charlar con él y 2 de los "íntimos". No se como es que se fueron sucediendo los hechos que se terminaron yendo todos y quedé sola con S, el individuo en cuestión. Nos miramos, no dijimos nada, y yo me hice la que me tenía que "ir a ver mi cel porque creo que lo escuché sonar" (como si alguno de los 2 hubiera tenido noción de qué pasaba alrededor nuestro). Fue morderse la lengua y salir corriendo; casi literalmente hablando, salvo por la segunda parte que ya bien entrada la madrugada, cuesta movilizarse velozmente con unos tacos muy crueles y unos martini encima. Luego del incómodo episodio, y ya retomando nuestros lugares habituales rodeados del resto de los asistentes a la gran boda, yo no se como hizo él para no cansarse de hacerme chistes relacionados con la canitdad de comida/bebida que ingresaba a mi organismo, por mucha o por poca, y por todo motivo que encontrara en su cerebro y pudiera ser objeto de burla cariñosa. Yo, con la cabeza pensando en la mordida de lengua y posterior huída, que ni podía mirarlo a la cara y aún así le seguía las bromas y me reía, igual que todo el mundo alrededor nuestro que por suerte creo que nunca pudo imaginar el suceso en el cual mi cabeza permanecía atrapada.
Después todo se fue distendiendo un poco más. Me perdí por un rato charlando con el resto de los invitados, y creo que él se dio cuenta de que no era por él, sino por la situación. Situación en la que el 99% de los puntos van en contra, a saber:
Amigo de mi tío y conocido de la familia desde sus 5 ó 6 años
Problemas familiares de los más diversos, incluyendo en el rubro a los problemas típicos de la gente de muchísima plata (estaba estresado, por eso se dedicó a pasear por Europa todo un año, como quien va al quiosco y se compra un chocolate porque se tentó)
Hija de 2 años (pequeño GRAN detalle)
Lo bueno:
Buen pibe. (bah, excelente y no taaan "pibe")
y a mi me encanta.
Ya llegaba la hora de irse, él se retiró un ratito más temprano que yo. El saludo, momento que suponía iba a ser incómodo y preveía que iba a tener que volver a recurrir a la estrategia de "me muerdo la lengua". Se acerca gentilmente, y me dice bajito: "chau, HERMOSA". Así haciendo énfasis y todo. Y yo bordó, mirada fija en el piso y muda. Los que me conocen saben que es cuasi-imposible dejarme sin palabras, o sea "YO" muda, de no creer.
Y ese fue el fin de la historia, al menos hasta el próximo evento familiar multitudinario. Totalmente descartable, lo sé; pero que me movilizó y mucho. Por lo menos sirvió para estar un poco pum para arriba y dejar que la autoestima se eleve.

Muerta de frío, llegué a casa, cama y a dormir. Y pensé: "mañana será otro día".


A veces es increíble como una mirada y entender el sentido del humor del otro a la perfección casi sin concerlo pueden hacer tambalear tanto a una persona, no?

1 comentario:

Gingerale dijo...

Adoro el sentido del humor.